viernes, 25 de diciembre de 2009

Ding ding dong

Pues, vale, otra Navidad. Y con lluvia, en mis ciudades (Madrid, Murcia, Oropesa). Esa es la que hace ahora, realmente, "ding ding dong" en el alféizar de la ventana (así, con acento, que si no es verbo, del árabe antiguo: la que toma posesión, toma ya). O sea, que el ding ding dong no viene del cascabel del villancico, a pesar de la fecha en la que estamos. Madrid, Murcia, Oropesa... Oiga, que Oropesa no es una ciudad. Ya, pero como si lo fuese (lo seriese, que decíamos en mi barrio). Cosa de la impronta, la señal que te deja en tu memoria. Antes decíamos en el corazón, pero queda como más técnico o real eso de la memoria. Pero nunca he pasado una Navidad en Oropesa ni en Murcia: todas en Madrid. Cincuenta y ocho Madrides navideños, uno tras otro, todos distintos: lluvia, viento, sol, penas, desazón, extrañeza (yo no soy de aquí, pero sí lo soy: eso es extrañamiento), risas, cariño, amigos, familia, y pocas nieve, pero algunas. Este año toca lluvia y algo de frío, pero se puede pasear por las calles mojadas, por las calles de una de mis ciudades.

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