lunes, 17 de enero de 2011

Esta crispación absurda

El sábado, 15 de enero, en la cena, me llegó la noticia de la brutal agresión, con nocturnidad y alevosía, y en una céntrica calle de Murcia, a Pedro Alberto Cruz, Consejero de Cultura de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia (CARM). El domingo, nos invadieron los medios con una marea de declaraciones por parte del Presidente de la CARM, a su vez tío del agredido, y otros responsables de su partido, tanto a nivel estatal como regional. Desde la condena sin excusa posible del brutal atentado contra el Consejero, quiero añadir que la dialéctica de los puños y las pistolas es incompatible con los hábitos democráticos, como demuestra lo ocurrido en los 40 años de dominio de aquellos que defendían tal dialéctica. Y quiero añadir también que comprendo la irritación de los allegados al Consejero, como pido que comprendan la mía, que la tengo, pero, por ello, también les pido que, si quieren no echar más leña al fuego de la crispación que ha surgido con este hecho (y no antes), ser moderados en las descalificaciones y las acusaciones. Los principales culpables son los que lo han hecho, y todo lo más se podrían exigir responsabilidades al Delegado del Gobierno en Murcia, pero sólo si el hecho hubiera ocurrido en una de las manifestaciones provocadas por la política de restricciones económicas impuestas, sin consulta previa, por el gobierno regional del PP. Pero ha ocurrido fuera de ese ámbito y, desgraciadamente, es muy difícil impedir que un grupo reducido se organice para partirle la cara con nocturnidad y alevosía a otro. Por ello, pedir la dimisión del Ministro del Interior suena a oportunismo político de muy poco nivel, porque, por la misma razón, ¿por qué no la del Presidente del Gobierno o la del rey? Además, el presidente de todos los murcianos (según sus propias palabras, repetidas en muchas ocasiones) acusa a toda la izquierda, sin distinción (es decir, a una buen parte de sus conciudadanos), y sobre todo haciendo especial hincapié en el principal partido de su oposición, de ser responsable del acto. Y aquí uno sacude la cabeza para sacarse el recuerdo de Alemania en 1933 y del incendio del Reichtag y sus consecuencias. Un oportunismo político que creo que no se merece el que ha sufrido la agresión, que bien podría llegar a pensar que, si para conseguir más votos hay que dejarse partir la cara, que la ponga su señor tío o el señor Rajoy. Mis deseos para una pronta recuperación de Pedro Alberto Cruz y para una inmediata detención de los culpables y que, como se dice habitualmente, el peso de la justicia caiga sobre ellos y sobre sus inductores, si es que hay tal cosa.